Día 2. Martes 14
Aventuras, rescates y excursiones improvisadas.
Día 2 y seguimos vivos, aunque a duras penas. Los chicos y chicas han empezado la mañana puntuales, abriendo puertas como si fueran responsables… o como si el desayuno fuera la última cena. Un desayuno de campeones, dicho sea de paso: tostadas, cereales, fruta, chocolate y un par de “profes, ¿queda más?”. Porque claro, esquiar con hambre, no puede ser. Ellos a tope, y nosotros ya a base de cafés triples.
El camino hacia las pistas empezó como siempre: con drama. ¿Qué sería de un viaje de esquí sin que alguien pierda los guantes o las gafas antes de empezar a esquiar? Un clasicazo.
Somos capaces de perder y encontrar gafas en la misma mañana. Perder bastones y encontrarlos/conseguirlos de manera oficial o extraoficialmente (haceros una idea).
Menos mal que aquí tenemos un “mercado negro” de accesorios perdidos: si no encuentras tus guantes, seguro que alguien tiene unos extra… aunque no sean tuyos. De momento vamos perdiendo el partido, no hemos encontrado nada nuevo y sin embargo hemos perdido un casco, amarillo.
Primera clase de esquí: nervios, risas y adrenalina a tope. Lo han dado todo, de verdad. Al principio parecía que todo iba sobre raíles (literal y metafóricamente), pero, cómo no, las indicaciones de los profes quedaron relegadas al “tranqui, que yo controlo” y “mi amigo dice que por aquí está mejor”. Error fatal. ¿El resultado? Unos dando vueltas de más en el telesilla como si estuvieran en una feria, otros bajando las pistas con más fe que técnica, y algunos deslizándose de culo como si fuera una nueva disciplina olímpica.
¿Os imagináis que, sin saber esquiar, nos montamos el primer día en un telesilla, para bajar luego esquiando un par de kilómetros o tres? No se os ocurriría verdad?, pues a nuestros alumnos si. Pero como me han dicho que es muy fácil, pues "pa lante". Menudo sufrimiento nos han hecho pasar.
Mención especial para nuestro héroe del día: Gonzalo Soto, que ha ayudado a dos compañeros a bajar como un profesional. Si no se puso colorado, fue porque el casco lo tapaba. ¡Un aplauso para él!
Después de la comida (y de recuperar algo de energía), volvimos a recoger el material y, de nuevo, a las pistas. Esta vez parecía que habían aprendido la lección… pero no subestimemos su capacidad para sorprendernos. Dos fenómenos decidieron que Masella se les quedaba pequeña y se fueron de excursión a la estación de La Molina. No sabíamos si reírnos o preguntarles si querían que les mandáramos las maletas directamente allí. Por suerte, todo quedó en una anécdota más. En estos momentos le quitamos la mención especial al héroe del día. Es lo que tiene.
De vuelta al hotel, tocaba relax: piscinita, juegos y, cómo no, una cena digna de maratonianos. Aquí nadie se queda con hambre, eso lo tenemos claro.
Y ahora que es miércoles, vemos la luz al final del túnel… aunque muy, muy al fondo. Estamos preparados para más aventuras, más risas y, seguramente, más gafas perdidas. ¡A por el próximo día!
Bendita paciencia tenéis … q bueno leeros … yo me parto… pero si ….vosotros tenéis momentos para llorar tb … venga a por el segundo día campeones 💪
ResponderEliminarPaciencia, cuando volváis os den unas vacaciones por tanto estrés
ResponderEliminar